Uno de los momentos más cruciales en tu carrera es tu traslado a Londres. ¿Qué te motivó mudarte a esta ciudad?
Tenía 22 años y todo el mundo que conocía se había ido a Londres. Así que yo también me trasladé a esa ciudad a ver mundo. En aquellos años me encantaba la música after-punk y todas las bandas que me gustaban estaban ahí: New Order, The Residents, TheFall… Vi a Big Audio Dynamites y a The Clash! Muchas de mis obras tienen influencia de la música… por ejemplo en la pieza Upright (Piano) puse un piano encima de otro para obtener uno que se pudiese tocar de pié. A diferencia de los pianos preparados por John Cage, este mantiene el sonido original. De hecho, un amigo compositor creó una pieza específica para él.
Imaginamos que la música te acompaña siempre cuando trabajas
Por supuesto
¿Te interesaba el arte cuando eras joven?
Desde siempre.
Al principio de llegar a Londres estudiaba filosofía. ¡Me pasaba más tiempo en los bares que en la universidad! Me encantaba… Conocí a Gerry (su pareja) en un café nada más llegar y llevamos juntos treinta años. A él también le gusta mucho la música. Paseando un día juntos por la calle vimos una escuela de arte y ahí me metí.
En la facultad de Bellas Artes entraste en el departamento de escultura, ¿verdad?
El primer año en arte lo hice en Chelsea College of Art. Luego hice el BA (Bachelor of Arts) durante tres años en Goldsmiths College, con Steve McQueen y otros… En Goldsmiths recibí mucha teoría: ahí aprendí el por qué haces y por qué te expresas. Para mi trabajo ha sido fundamental tener una buena base teórica.
Más adelante, en el MA (Master of Arts) de especialización fueron dos años en los que hice escultura y teoría. Mi profesora en la escuela Slade School of Art fue Philippa Barlow. Me encanta su trabajo, la admiro mucho, pero su obra no me influyó.
Siempre supe que quería dedicarme a la pintura, pero en aquella época a nadie le interesaba. A parte, de que era la única mujer. La pintura se volvió a poner de moda más tarde y entonces todo el mundo se puso a pintar. Pero se trata de una tradición muy patriarcal…En la escuela Goldsmiths ya empecé a pintar monocromos y empecé a interesarme por la pintura como objeto. Mi formación teórica me ayudó en este sentido a pensar, a cuestionarme porque quería ser pintora cuando nadie quería serlo.
¿La filosofía ha sido una fuente importante en tu obra?
He estado muy influenciada por la filosofía. Cuando estudiaba me interesaba Walter Benjamin, Martin Heidegger y otros… Los primeros cuadros que rompí los hice cuando estaba leyendo a Jacques Derrida. Su obra me ayudó a ver la pintura como objeto. Sacar el cuadro de la pared, desplazarlo al espacio y una vez ahí volver a tratarlo como pintura; o bien colocarlo sobre tacones, o de espaldas o utilizando las esquinas. Con cada uno de estos gestos, me imagino que invento un lenguaje nuevo, un abecedario del que cada obra es un paso.
Comentas que toda tu pintura parte de la tradición de la pintura de paisaje y la forma en que pintas es horizontal siguiendo esa misma tradición. La no representación y la tradición juntas en una misma obra.
Me interesa mucho la pintura tradicional. Mi trabajo habla de la esencia de la banalidad y de la superproducción, de un cuadro que ya está hecho y que se repite siempre. Recuerdo que desde el principio me interesaron los minimalistas a pesar de que mi pintura siempre ha sido muy matérica. También era mucho más performática. Estaba aprendiendo, no conocía bien los materiales… Ahora pintaría totalmente diferente. Fui quitando cosas hasta lo que ves ahora. Uso el lenguaje del minimalismo porque va bien con mi obra. La obra a veces somos nosotros mismos.
A partir del 2010 empiezo a experimentar con el aluminio como lienzo. Ahora me interesa mucho la longevidad de la obra, utilizar materiales y tratarlos de una manera que perduren lo máximo posible. A la vez que rompo o tuerzo el marco tengo que hacer que lo que creo sea duradero. Este interés por la perdurabilidad no lo vemos, por ejemplo, en los expresionistas abstractos americanos: las pinturas de Rothko están desapareciendo.
Tu obra es una constante evolución en la que vas incorporando materiales diversos. Actualmente, ¿con qué estás experimentando?
Sigo trabajando con el aluminio pero estoy empezando a descubrir un material nuevo. En mis últimas producciones el lienzo está hecho de cemento, al que le pones agua, le das la forma que quieres y luego dejas que se solidifique. Cada una de estas nuevas piezas pesa unos 60 kilos, pero para que parezcan más ligeras, las estoy acabando con pintura en colores pastel.
La obra actual la calificaría de pasivo-agresiva. Hay una fría contención en toda ella. Vivimos en un tiempo un poco turbio. En Reino Unido nos ha tocado vivir el Brexit y hay problemas en toda Europa: con Merkel, el auge de la derecha, las bombas y atentados.
Para mi el trabajo del artista debe reflejar la situación política y la situación social e intelectual del momento. En mi caso, últimamente he estado trabajando pensando en la Torre Grenfell. Mi estudio está muy cerca de dónde pasó el incendio en el que murieron 73 personas.
Junto al cambio de materiales también hay mucho cambio cromático. Desde los pasteles actuales a los Clutter en tonos fluorescentes más llamativos.
Para los colores me inspiro en la moda. Me encanta ir a las tiendas y mirar el color de tendencia. Al principio usé mucho blanco sucio, marrón “caca” y azules oscuros inspirados en la suciedad. En ese momento mi estudio estaba situado en un espacio alternativo en una zona un poco conflictiva. Se colaban personas sin hogar y siempre había mucha suciedad. Tenía que cerrar el estudio con cerradura, la gente entraba para pincharse y hacían sus necesidades por todos sitios. Así que los colores surgieron de lo que vivía. Y luego fui incorporando colores más claros
Hay en tu obra una estructura constante, unos temas y formas que se van repitiendo. Y has encontrado una fórmula definida que se va repitiendo y que siempre puedes reconocer.
Yo pienso que todas las obras son iguales y que de alguna manera, todo va con todo. Es un poco como un lego.
Otra cosa que siempre he dicho es que un cuadro siempre tiene que ser un cuadro. Todo debe poder volver a su estado original y volver a ser un cuadro. Pienso en ellos como un cuerpo que se deforma o como un cuerpo al que le falta una pierna y le pones una prótesis para caminar. Me gusta también pensar en mis cuadros bajo la parábola del hijo pródigo: que cuando quieren, pueden volver.
También has dicho en alguna ocasión que la tradición de la pintura te pesa, que tienes que estar segura de lo que propones porque ya hay demasiados cuadros.
Yo lo que quiero de mi pintura es eficacia.
Mi pintura proviene inicialmente de la posmodernidad. Leía mucho a Gianni Vatimo que escribió un libro sobre el postmodernismo en los setenta, en el que hablaba del eclecticismo como el acto de coger cosas de cualquier sitio y mezclarlas. Y a mi me interesa todo, desde la filosofía hasta las revistas de cotilleos y la cultura popular. Me gusta mucho Pedro Almodóvar, sobretodo su película Laberinto de Pasiones (1982), con Cecilia Roth cuando canta McNamara y también Buñuel, Bergman, Fellini, Lars von Trier. Y disfrutaba mucho en los ochenta con el programa de televisión española La edad de oro, con su música buenísima.
Tienes una producción abundante y compleja. ¿Cómo lo gestionas? ¿Cómo trabajas en el estudio?
En total tengo cinco o seis ayudantes, aunque no están trabajando todos al mismo tiempo. Así que pienso el trabajo en casa y les paso las instrucciones.
Antes era de otra manera. Me acuerdo estando en el estudio pensando, mirando al vacío, fumando. El primer estudio estaba en Spitalfields Market y era muy pequeño, una caja de cerillas. Ese lugar fue muy importante para mi. Los domingos había el mercado de ropa de los estudiantes de Central Saint Martins. Estaba descubriendo mi lenguaje. No era tan perfeccionista como ahora y trataba fatal mi obra, la arrastraba por el estudio. ¡Llamaba a mis cuadros “mis hijos” (risas)! Luego fui a Ederworld en Old Street, y más tarde en Cubitt en Kings Cross pude disponer ya de un estudio más grande y empecé a trabajar con un asistente. De ese período son las obras Ready to wear. Según ha ido creciendo el estudio la obra también va haciéndose más grande.
Ahora tengo tres estudios: uno dedicado a oficina, otro para pintar y otro para dejar reposar la obra un tiempo, incluso unos cuantos años. Otras veces las reciclo en una nueva obra.
La primera vez que trabajé con un equipo de gente fue con la obra Larger Than Life. Me inspiré en una fotografía de un hombre muy grueso que casi no cabía en su habitación. Quería hacer un cuadro que ocupase y forzase todo el espacio. Se mostró por primera vez en Royal Festival Hall en Southbank Center, en Londres.
Tu carrera se ha desarrollado fundamentalmente en Inglaterra, en Londres y has llegado incluso a estar nominada para los Turner Prize (2010). En España has expuesto en La Panera, en CarrerasMugica, dos veces con Helga de Alvear….
También he expuesto en el MARCO de Vigo, en el CAAC de Sevilla, en Max Estrella, en Bomba Gens, y también participé en Manifesta5 Donostia-San Sebastián en 2004. Estás últimas no son solo shows pero fueron importantes para mi. Massimiliano Gioni, comisario de Manifesta5, vio el solo show project que hice en Arco y me propuso participar.
Carlota Álvarez Basso, directora del MARCO de Vigo, me ofreció muy buenas condiciones para trabajar en mi exposición. Lo divertido es que nos conocimos en Arco pero cerramos nuestro trato en el bar Cook (risas). MARCO de Vigo cambió mi relación con España. Yo pensaba: nunca voy a exponer en España porque no estaban interesados en mi obra. En aquel momento yo estaba exponiendo en Nueva York (John Weber Gallery), en Melbourne con la galería Anna Schwartz y en Viena con la galería Krinzinger…pero no aquí. Por suerte, luego han venido otras exposiciones.
Has comentado en otras ocasiones que para ti tiene un componente emocional hacer proyectos en España. Y hay muchos casos de artistas que han tenido que desarrollar su carrera fuera y que a veces no consiguen recibir el apoyo de su país.
En España tienes que salir fuera para triunfar. Los artistas españoles lo tienen muy difícil. Los museos han puesto a directores a dedo… Se sigue viviendo en este snobismo/elitismo del arte.
A mi nunca me gustó que la política y el arte estuvieran tan cercanos. He llegado a rechazar una exposición de sitios que han puesto una dirección a dedo o que tienen una reputación dudosa. Valoro mucho la labor de los comisarios y de los críticos. Es un trabajo enorme, para que venga uno del gobierno y ponga alguien por favoritismo.
En 2017 se reconoció tu trabajo con el Premio Nacional de Artes Plásticas que otorga el Ministerio de Cultura de España ¿Qué supuso para ti?
La verdad que cuando me llamaron creía que era una broma. Me ha encantado porque así se me reconoce, pero más que nada valoro la ayuda económica que me sirve para seguir trabajando. Porque todo lo invierto en mi obra.
Quiero transmitir a los artistas jóvenes que ser artistas es una apuesta difícil. Es como vivir continuamente en la cuerda floja, nunca sabes lo que va a pasar. Y también es duro para la gente que vive contigo, que tiene que adaptarse constantemente a ti. Pero hay que seguir e ir a por ello, porque muchos artistas se quedan en el camino, pero otros no.
Quizás podríamos hablar de la última exposición que presentaste en España Homeless, en Azkuna Zentroa y en CGAC, aprovechando que estamos aquí conversando con tu gran amiga y comisaria Carolina Grau (más info).
Carolina: Lo que vamos a hacer es recoger veinte años de su lenguaje desde la pieza ‘Homeless’ que será la obra principal, como punto de partida y final. La exposición se construye no de forma cronológica y se instala todo interconectado. Fue un reto para las dos, porque expusimos mucha obra que jamás se había mostrado junta y no sabíamos cómo iban a conversar entre sí. Nuestra intención era generar múltiples recorridos y lecturas nuevas de las que sacamos muchas ideas.
Angela: Mi voluntad es siempre integrar la obra en el espacio y me encanta trabajar con Carolina porque sabe explicar y entiende muy bien lo que quiero hacer y tiene ideas muy buenas. Nos complementamos muy bien. ¿Sabes que me interesaba en esta ocasión? Poner obras juntas, como si fueran personas resguardadas bajo una parada de autobús cuando llueve, en la que la gente se resguarda y se junta pero no se revuelven, ni se conocen.
Carolina:Yo trabajé con escultores antes, llevando sus estudios, así que entiendo muy bien la obra de Angela. Su práctica utiliza siempre el espacio arquitectónico, magnificándolo, y te obliga a tomar muchas decisiones ‘in situ’. Por ejemplo, en la exposición que hicimos en La Panera pedimos luces de trabajo para el montaje pero acabamos dejándolas expuestas en la exposición, de tal manera que se veía lo bueno y lo malo del espacio. ¡Nunca antes lo habría hecho así!
Conversamos con la artista Angela de la Cruz (A Coruña, 1965), acompañados de la comisaria Carolina Grau, una gran experta en su obra y quien ha comisariado su última exposición Homless presentada en Azkuna Zentroa (Bilbao) en 2018 y en CGAC (Santiago de Compostela) 2019. Nominada al Premio Turner en 2010 y galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2017, su práctica pictórica la ha llevado a explorar la pintura y la escultura buscando siempre forzar hasta el límite las convenciones y la tradición del medio.
Esta entrevista se ha realizado en varios momentos a lo largo de 2018 y 2019. Contamos con la colaboración especial de Rafael Pérez Evans (rafaelperezevans.com) quién realizó las fotografías en el estudio londinense de Angela en primavera de 2019.